Un día en Maro

03.12.2024

   Buenos días, buenas tardes o buenas noches, depende de vosotr@s, Hoy he subido dos obras en la sección de Fotografías con mucha edición, una titulada "Playas de Maro II" y otra titulada "Playas de Maro III", Los numero romanos los pongo porque según ceo ya titule una como playas de maro. Allí conté las dificultades de la bajada y subida a las playas de Maro, así que en lo que os voy a contar me lo ahorro. Seguidamente os cuento el origen de las dos fotos, que editadas en forma pictórica os muestro.

   "Era una de esas mañanas de agosto en las que el calor aún no ha terminado de desperezarse, pero el aire ya promete un día radiante. Me levanté temprano, con la casa aún en silencio, para preparar la tortilla de patatas. Las manos trabajaban en un movimiento casi automático mientras disfrutaba del olor de las patatas friéndose. El gazpacho, que había preparado la tarde anterior, esperaba en la nevera, bien fresquito, como un pequeño premio adelantado para el mediodía.

   A media mañana, todos estábamos listos: mochilas cargadas con toallas, gafas de snorkel, protector solar y, por supuesto, la comida. Partimos hacia las playas de Maro, ese paraje escondido entre acantilados donde las rocas y el Mediterráneo forman un cuadro perfecto. El camino, con vistas al azul infinito, ya nos anunciaba el buen día que íbamos a pasar.

   Al llegar, el paisaje nos envolvió: el sol brillando sobre el agua cristalina, pequeñas olas lamiendo las rocas y una brisa que acariciaba la piel. Marta y Héctor, como siempre, corrieron hacia la orilla. Marta recogió un palo y se lo dio a Héctor, y entre risas empezaron a jugar, inventando mil historias que solo ellos entendían.

   Mientras tanto, nos colocamos en una pequeña área plana junto a unas rocas. Extendimos las toallas, sacamos el gazpacho y la tortilla, pero antes de comer decidimos explorar el agua. Nos pusimos las gafas de snorkel y, al sumergirnos, descubrimos otro mundo: peces de colores brillantes, algas meciéndose al ritmo de las corrientes, y pequeñas cuevas rocosas donde la luz jugaba a esconderse. Tras el baño, comimos. La tortilla estaba perfecta, jugosa y con ese toque casero que siempre hace que los bocados al aire libre sepan mejor. El gazpacho fue como un abrazo fresco al calor de agosto.

   Antes de recoger, tomé un momento para capturar el día. Hice dos fotos que se grabaron en mi corazón tanto como en la cámara. En una, Marta y Héctor jugaban con los palos en la orilla, sus figuras pequeñas pero llenas de energía enmarcadas por las rocas y el mar. En la otra, todos nos habíamos sentado juntos, mirando el horizonte, en silencio. El Mediterráneo parecía no tener fin, y nosotros parecíamos diminutos frente a él, pero en ese instante éramos inmensamente felices. Así que volví a coger el teléfono móvil, abrí la aplicación de cámara, enfoqué y los capturé mirando al infinito del Mediterráneo por ver las costas africanas.

   Fue un día para recordar, un fragmento de verano que guardo como un pequeño tesoro."

   Espero que os haya gustado, tanto las obras, como la historia que las respalda.

   Bye, bye my friends,

                                      nandoLARA