Úbeda, ciudad monumental

11.12.2024

   Buenos días, buenas tardes o buenas noches, depende de vuestra lectura. Hoy he colgado en la sección de Fotografía con mucha edición una foto titulada "Úbeda, ciudad monumental". Esta foto relata una de las visitas que hemos hecho a esta bella ciudad. A continuación lo pongo negro sobre blanco:

   "Era un fin de semana de 2019, uno de esos que, sin demasiada premeditación, decidimos aprovechar para visitar a los abuelos en Torres. El aire en el pueblo tenía esa mezcla inconfundible de olivo y montaña, y aunque el calendario marcaba mayo o tal vez junio, ya se intuía la cercanía del verano. La idea de pasar el sábado en Torres no se antojaba suficiente, así que propuso mi mujer  una escapada a Úbeda. La sugerencia fue recibida con entusiasmo; Marta y Héctor, con su energía incansable, ya empezaba a preguntar qué veríamos primero, y si Úbeda estaba muy lejos y a cuanto estaba, la niñez.

   Llegamos a Úbeda poco antes del mediodía. La ciudad, con su porte renacentista, se alzaba majestuosa sobre la llanura, casi desafiante. Caminamos por las calles empedradas, deteniéndonos a menudo, primero ante la Sacra Capilla de El Salvador, cuya facha­da dorada brillaba al sol como si estuviera hecha de pan de oro. Marta, entusiasmada, se dedicó a buscar detalles en los relieves mientras Héctor contemplaba con algo de indiferencia los grupos de turistas que iban y venían. "¡Sonreíd!" les dije, sacando el teléfono HUAWEII para inmortalizar el momento. Posaron frente a la iglesia, Marta con una sonrisa amplia y desbordante, Héctor algo más reservado, pero sonriente al fin, haciendo un nudo entre sus brazos, Marta el derecho y Héctor el izquierdo. Enfoqué, apreté el icono de toma de fotografía y se plasmó una foto inolvidable.

   Seguimos explorando. Pasamos por el Hospital de Santiago, cuyas dimensiones impresionaron a los niños, y luego visitamos la Plaza Vázquez de Molina, una especie de compendio arquitectónico que parece resumir el espíritu de la ciudad. Al cabo de unas horas, decidimos dar un respiro a nuestras piernas y entramos a una tetería cercana. Era un lugar pequeño, con paredes cubiertas de tapices que evocaban Oriente y un aroma a especias que pareció revitalizar a todos. Marta quería un té frío, y Héctor, siempre predecible, optó por un refresco. Pero mi mujer le dijo a Marta que los tés no son para los niños, e hizo como su hermano. Yo no soy muy tetero y me pedí un café bombón con hielo, rico. A mi mujer le gusta mucho el té moruno, recuerdo de sus viajes a Melilla, y se lo pidió. 

   El paseo continuó con una visita a las tiendas locales. Mi mujer se detuvo en una tienda de cerámica, fascinada por los colores y los diseños. Marta quiso llevarse una pequeña caja decorada, mientras Héctor se limitó a observar, con una paciencia que empezaba a flaquear. Decidí que era momento de buscar un lugar para cenar, y tras una breve consulta, terminamos en un restaurante cercano a El Salvador. La comida era sencilla pero buena, y la atmósfera relajada completó lo que ya se perfilaba como un día redondo.

   Al volver a casa de mis suegros, la fatiga empezó a pasar factura. Los niños se quedarían dormidos en el coche casi al instante, ojalá, pero no cayó esa breva. Ya en la tranquilidad del salón, mientras los demás descansaban, saqué el teléfono para revisar las fotos del día. La imagen frente a El Salvador era perfecta, no por su composición ni por la calidad, sino porque capturaba algo difícil de explicar: la alegría contenida en un instante fugaz, el equilibrio entre lo cotidiano y lo extraordinario. La parte donde estaban mis hijos la enmarque y la edité como pintura, y guardé la imagen con el convencimiento de que, de alguna manera, habíamos hecho algo más que visitar una ciudad. Habíamos tejido un recuerdo."

   Espero que os haya gustado, tanto la obra, como su relato.

   Bye, bye my friends,

                                      nandoLARA